En los smartphones y tablets empiezan a verse, pero basta con mirar el LG G Flex y el Samsung Galaxy Round para ver que la supuesta flexibilidad de la pantalla, efectivamente, no aporta nada, porque si bien la pantalla o incluso la batería pueden ser flexibles el resto de los componentes no lo es, por lo que el terminal se queda en un quiero y no puedo.
Pero como ocurre con casi todo esto de la tecnología seguramente acabaremos casi todos con teléfono de estos blandegues.
A mi esto me recuerda un poco a los relojes de Dalí
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